19 octubre 2010

El señuelo.




El señuelo





DING! DING! DING!

Me despertaba .

Me embaucó desde atrás, sin ser yo consciente de ello y sin previo aviso. En mi vuelo de juventud di de bruces  con lo que resultó ser una inmensa telaraña de encantos de la que siempre pensé que podía librarme y de la que no he podido estar más equivocado.

Sería el eco de aquellos tacones desconocidos tras la ventana que deambulaban sobre adoquines cuando la madrugada y su sepulcral silencio, regulaban el paso de la noche por sus calles. O tal vez fueron esos grises vendavales que se alargaban durante semanas, los mismos que te hacían buscar siempre cobijo y calor humano, los mismos que parecían marcar el inicio de nuevas actitudes.

Su luz, la luz que entraba directamente a su corazón ridiculizando la altura de sus murallas, las mismas que siguen encofrando su valioso interior. Luz que rebotando aquella con cada color blanco que se topaba, con cada pared y casa hasta llegar al alféizar de mi ventana y que, casi dolorosamente, cegaban el lienzo panorámico que tenía frente mi para que poco a poco y a pinceladas de color mi ojos fueran contorneando un día más, una nueva obra de arte frente a mi. Luz pícara que una vez hecho su trabajo tratara de huir poco a poco, presentándonos una anaranjada bóveda artesanal  que nos denuncia que se nos escapa otro día de nuestra cuenta atrás.

Calles que se resucitan a si mismas con el desparpajo de sus integrantes. Voces y vida entre sus laberínticas veredas. Corrientes vagabundas y huérfanas de maldad que crean adicción por quien las toma.

Granos y fina arena que te arrebatarán sin pugna ética tus raíces si caes en la tentación de inaugurar un nuevo camino de huellas sobre ella. Límites infinitos en el horizonte que no son sino otro señuelo para mantenerte suya porque aunque te lo niegues, ahora ya formas parte de ella.


DING! DING! DING!

Retintineo de campanas que dejaron de molestar camuflándose entre tus quehaceres
 porque también forman ya, parte de mi.


R.Verdugo

No hay comentarios: